¿Cuántas generaciones puede cargar un vaso?
- Mapachito Escritor
- 25 abr
- 2 Min. de lectura
Durante décadas, el plástico fue sinónimo de avance. Era práctico, liviano, duradero. Transformó nuestra forma de vivir… y también nuestra forma de olvidar. Porque junto con la comodidad, llegó el descuido. Con la abundancia, la indiferencia.

Hoy el plástico está en todas partes: flotando en los mares, enterrado en la tierra, viajando con el viento, incluso habitando en nuestros cuerpos. No como metáfora, sino como realidad.
En México, cada persona genera cerca de 59 kilogramos de residuos plásticos al año. Eso equivale a una bolsa de supermercado repleta cada seis días. Si lo multiplicamos por los más de 126 millones de habitantes, hablamos de más de 7 millones de toneladas de residuos plásticos cada año.
Y aunque reciclamos una parte, más de la mitad no se gestiona adecuadamente. Una gran parte termina donde no debe: en ríos, en calles, en océanos que nunca dieron su consentimiento.
Para dimensionarlo mejor:
• Lo que desechamos en un año llenaría más de 280 veces el Estadio Azteca solo con plástico.
• Un solo vaso de plástico puede tardar hasta 500 años en desaparecer. Es decir, puede sobrevivir a 20 generaciones de tu familia.
• Cada minuto, el mundo compra un millón de botellas de plástico… y tira dos millones de bolsas. Un ciclo veloz y brutal que ocurre mientras respiramos.
¿Y para qué? ¿Para envolver algo que usaremos unos minutos? ¿Para cargar algo que pudo haberse llevado en nuestras manos?
No, el plástico no es el enemigo. El problema es cómo nos relacionamos con lo desechable.
Es ese impulso automático de usar y tirar, sin detenernos a mirar, a sentir, a elegir con el corazón.
Reaprender a habitar el consumo es un acto profundo.
Es mirar cada objeto no como basura futura, sino como una historia.
Es preguntarnos antes de comprar: ¿esto es necesario? ¿Cuánto durará? ¿Qué deja atrás?
Cada objeto tiene un destino. Y cada elección deja una huella.
Cuando eliges una bolsa de tela en lugar de una de plástico, no estás haciendo algo pequeño:
estás protegiendo cientos de años de historia por venir.
Cuando rellenas un frasco, estás diciendo: yo también puedo cuidar.
Y cuando decides consumir con conciencia, algo dentro de ti se alinea con algo más grande:
con la Tierra, con el respeto, con la vida.
Porque no se trata de hacerlo perfecto. Se trata de no seguir haciéndolo dormido.
De despertar. De mirar lo cotidiano con nuevos ojos.
De vivir como si lo que hacemos importara. Porque importa.
Por eso existe EcoBuy.
No como una tienda más, sino como un espacio para recordar.
Recordar que se puede vivir distinto. Que el cambio empieza por lo pequeño.
Que lo que hoy decides tiene eco en el mañana.
Aquí, cada compra es una forma de sanar.
Cada frasco reutilizado es una forma de agradecer.
Cada elección consciente… es una forma de volver a casa.
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